¿A quién le importan los puntajes?

Desde el informe anual publicado por Tim Atkin sobre los vinos argentinos hasta el reciente retiro de Robert Parker. Los puntajes son una de las grandes polémicas que divide a críticos, periodistas, sommeliers y bodegueros.

100 puntos nota.jpg

“Quiero hacer un brindis por el retiro de Robert Parker”. Con esas fuertes palabras comenzaba su charla Juan Pelizzatti durante la feria de la distribuidora Umami. El presidente de Bodega Chakana expresa siempre su rechazo al sistema de puntajes de vinos.

Robert Parker –por nombrar uno– es de los críticos con mayor influencia en el mundo del vino, quien con otorgarle 95 puntos a una botella es capaz de lograr que quiebre stock en menos de seis meses.

Durante los primeros días de mayo, el crítico norteamericano anunció que dejaba formalmente The Wine Advocate, la revista especializada que fundó hace más de cuarenta años. “Levanto mi copa por todos ustedes, por ser parte de este viaje y espero que todos continúen compartiendo el entusiasmo por descubrir los vinos con nuestros dedicados críticos”.

Ya desde hace varios años que Parker desligaba las responsabilidades de cata a su equipo: en 2011 dejó Borgoña y California, y en 2015 lo siguió Burdeos. Un año más tarde, sólo escribía “por placer” en The Wine Advocate en una columna que llamó The Hedonist’s Gazette (La Gaceta del Hedonista).

Parker no es el único crítico de vinos con alta influencia, aunque tal vez sí el de la mayor resonancia. Tim Atkin, por ejemplo, supo posicionarse con los vinos del Nuevo Mundo, donde sus reportes sobre Sudáfrica, Australia, Chile y Argentina pueden marcar una tendencia de compra en diferentes mercados, sobre todo en Estados Unidos.

Durante su charla en la feria de Umami, Juan Pelizzatti contó una experiencia personal: “Tuve la suerte de degustar una vez en mi vida –en 2012– con Robert Parker. Degustamos en dos horas más de 150 vinos, o sea más de un vino por minuto. En esa degustación le puso 100 puntos a una etiqueta. Ese mismo vino no lo pude tomar porque fue el 140 y era técnicamente imposible degustarlo”.


Los puntajes argentinos

“La felicidad no se puede puntuar”, suele afirmar Elisabeth Checa cada vez que le preguntan por los puntajes y así lo escribió en la introducción de su última guía. Elisabeth –más conocida como “La Checa”– es una de las grandes referentes en nuestro país, elabora su guía desde hace 12 años y, obviamente, no puntea los vinos, y explica el motivo: “El vino es su circunstancia: algo del placer del momento se filtra en el sabor. Y esa etiqueta que hoy tomaste acá no va a ser la misma mañana al mediodía en otro contexto”.

Sin embargo, una de las grandes curiosidades que tuvo “Los buenos Vinos Argentinos 2019” fue la colaboración de Fabricio Portelli, quien sí puntea los vinos y es un gran defensor de este tipo de formato a la hora de catar. “Entiendo a la Checa que no quiera puntuar porque no cree en los puntajes. En mi caso, mí descripción del vino está incompleta si no está también ese puntaje”, sostiene el sommelier.

“Hace 20 años que escribo de vinos y desde el primer día tuve ganas de degustar los vinos para guiar a la gente. No puntué desde el primer vino, pero ya desde el 2001 en Joy ponía calificaciones”, cuenta Portelli, quien al principio evaluaba con “estrellitas o copitas”, pero que desde 2004 utiliza el sistema de puntajes. “Creo que nadie lo hacía en esa época, desde hace dos años se sumaron Joaquín Hidalgo y Alejandro Iglesias con Vinómanos y Aldo Graziani también pone puntajes”.


¿Quién mira los puntajes?

Si bien jamás negó su rechazo sobre los puntajes, para Pelizzatti en Europa los puntajes no tienen ninguna relevancia, pero al hablar del caso puntual de Estados Unidos, remarca que todavía siguen tienen mucha difusión.

“En algunos mercados (empezando por Estados Unidos) tener buenos puntajes es necesario para conseguir buenas ventas, sobre todo en las góndolas de supermercados y vinotecas”, responde Juan Pelizzatti.

“Para participar del mercado estadounidense nos siguen pidiendo que nuestros vinos tengan puntajes. Con lo cual seguimos participando. Es ridículo que todo nuestro esfuerzo quede en la mano ‘de un salame’ que se aprovecha de todos nosotros, que cobra un montón de plata y es quien decide si ese vino se vende o no”.

Así es como desde Bodega Chakana envían sus muestras para ser catadas por las publicaciones más prestigiosas, pero aclara: “En el mercado interno nosotros no mostramos nuestros puntajes. Nos interesa más la opinión de un consumidor que toma el vino en su casa, tranquilo y nos da una devolución mucho más seria que la de un periodista que bebe 150 vinos en dos horas. La pregunta es, ¿el periodista representa al consumidor?”.

Desde hace un par de años, la aplicación y web Vinómanos realiza catas elaboradas a ciegas que luego comunican a través de diferentes informes. Alejandro Iglesias, sommelier y socio de Vinómanos, sostiene que los puntajes se transformaron en un idioma universal.

“La escala de los 100 puntos, es una herramienta fácil de entender para cualquier consumidor experto o no, sirve para darte cuenta de que un vino es bueno, muy bueno, excelente o sobresaliente. En ese sistema hay una ayuda muy grande al consumidor. Sobre todo para aquellos que están en mercados donde la diversidad de vinos es infinita. Es la necesidad de que alguien te diga ‘qué es mejor’. Es un sistema que le sirve al consumidor, lo interpreta y lo sigue”.

Sin embargo, Iglesias remarca un punto muy importante a la hora de interpretar las diferentes publicaciones. “El desafío que tiene que enfrentar el consumidor es dar con el experto o el referente que mejor representa sus preferencias. El consumidor va a aprendiendo a quien seguir y a quien no, y van a hablar con mayor respeto de un catador o de otro y se van a guiar justamente por aquellos con los que se han sentido más identificados”.

Una de las grandes críticas que recibe la evaluación por puntajes es que el vino representa una sensación gustativa y subjetiva. Sin embargo los “punteadores” afirman que a la hora de catar profesionalmente este hecho pasa a segundo plano y se busca la máxima objetividad posible.

“De alguna manera, obviamente, es una percepción sensorial y gustativa, pero de alguien que practica para poder ‘afinar su puntería’: No deja de ser subjetivo porque soy un sujeto degustando, pero que de alguna manera busca ser lo más objetivo posible porque hace 20 años que hago algo”, responde Portelli y aclara: “Tengo en cuenta la calidad de vino, entendiendo que la calidad tiene muchos niveles. Un vino que está dentro de los 80 puntos es muy bueno, dentro de los 90 arranca la excelencia, de los 95 para arriba van más allá de la excelencia, que tienen una intención distinta y lo logran transmitirlo en la copas. Obviamente no hay una regla específica, no es una métrica, pero sí es un parámetro, por eso hablamos de consistencia. Si yo mantengo la misma escala y el mismo aproach hacia el vino, de alguna manera mis puntajes tienen que reflejar la evolución cualitativa”.


Los puntajes en Argentina, ¿sirven para vender más?

Jorge Muñoz Olesti, de distribuidora Ley Seca, afirma que para el mercado argentino los puntajes no influyen. “Hay muy pocas vinotecas, clientes, restaurateurs que le den importancia los puntajes obtenidos por los críticos del exterior. No es algo fundamental. El argentino sigue prefiriendo el producto, la variedad, la zona y, básicamente, el precio: siempre lo que manda es el precio”, afirma Jorge.

En el mismo sentido, Fernando Musumeci de Vinoteca Mr.Wines (conocida como “la Cueva de Musu”), remarca que su cliente suele ser alguien “empapado en el mundo del vino”, por lo cual suele ser conocedor del tema. “Miran los puntajes, pero no se va a guiar solo por eso”, dice Musu y agrega: “Se va a guiar por la opinión de un amigo, de un colega que ya lo probó o de un periodista. No es su única guía ese puntaje”.

Sin embargo, Fernando aclara que “cuando hay algo que saca 99 o 100 puntos hace que preste más atención y busque probar ese vino. Si alguien le pone ese puntaje es porque debería estar muy bueno, pero no confía ciegamente en los puntajes”.

Con respecto al mercado internacional, para Jorge Muñoz una de las variables de ventas son los puntajes “y a medida que un vino toma un puntaje excelente se comercializa mucho más fácil”. Desde Ley Seca, Muñoz cuenta un caso puntual: “Bodega Cruzat obtuvo puntajes muy altos y no cambió la venta. Si bien la bodega lo comunica y lo informa, a nosotros como distribuidora no nos cambia. Lo mismo nos pasa con los productos de Kaiken y de Montes”.

Entonces, ¿para qué sirven? “Son un complemento”, responde Portelli. “Cuando comencé a escribir, había muchos periodistas que tenían una pluma o un estilo y un recorrido, es cierto que había pocos vinos de los que hablar y hoy la oferta se multiplicó. Me parece muy útil que haya la mayor cantidad de guías posibles. El puntaje suma siempre y cuando no confunda. Tenés degutadores que ponen puntajes por gustos personales y son bastante inconsistentes, tenés otros que intentamos ser consistentes a lo largo del tiempo, siguiendo la evolución del vino argentino desde adentro y día a día”, sostiene y remarca: “Es un número que ayuda a tomar la mejor decisión, pero por si sólo no significan nada”.


Por Pancho Barreiro / pancho@vinosynegocios.com / @pansso