Elizabeth Checa: El vino que cambió mi vida
Es una de las periodistas más reconocidas de la vitivinícultura argentina. Acaba de publicar su guía número 12 y habló con Vinos y Negocios sobre esa botella que la marcó para siempre.
Elizabeth Checa es parte importante del periodismo gastronómico argentino. Estudió Filosofía en la UBA y trabaja desde hace más de 30 años en diferentes medios como Cuisine & Vins, Ámbito Financiero, La Nación, El Gourmet, Perfil, entre otros.
Desde hace 12 años que publica su guía Los Buenos Vinos Argentinos, con la cual fue galardonada en tres oportunidades en la categoría Best New World Wines Book por Argentina en los Gourmand Wine Books Awards.
Polémica y peleadora, pero siempre elegante, generosa y dispuesta a compartir todo su conocimiento sobre vinos y cultura. Elizabeth (alias “La Checa”) habló con Vinos y Negocios sobre esa botella que la cambió para siempre.
El vino que cambió mi vida, por Elizabeth Checa
En el año 1988 empecé a tener una columna de vinos en Ámbito Financiero, fue la primera columna de vinos en un diario. A la par, era secretaria de redacción en Cuisine & Vins donde Miguel Brascó escribía de vinos y yo de restaurantes, productos y gastronomía, pero fue en Ámbito donde empecé a escribir de vinos.
Un día me llama Arnaldo Etchart y me dice: “Elisabeth, venite para Salta porque viene un chango que salió en Wine Spectator”. Era mi primer viaje a Cafayate y ese chango era Michel Rolland. Fui. Me pusieron en un hotel no turístico, que era bastante croto, pero estuve dos días ahí comiendo, disfrutando y hablando con Michel.
En una de esas comidas nos dice Etchart que tenemos que ir con Michel a un lugar que quedaba cerca, donde los dientes se te ponen negros al tomar vino. Eso era Colomé, pero en ese momento era de los Dávalos, antes de que lo tuviera Donald Hess. Tenía la misma estructura de estancia colonial, pero era una antigua sin ningún confort. Recuerdo que comimos un cordero maravilloso y unas frutillas extraordinarias.
Estaba Dávalos y nos recibió con ese vino. No me acuerdo si la bodega o el vino se llamaba Viñas de Dávalos. Era un tinto, no se nombraban los varietales, no sé qué era. Era una mezcla de unos viñedos que después vi en Colomé.
Tenía 17 grados de alcohol, potente y que nos fascinó a Michel Rolland y a mí. A partir de ahí, ellos hicieron como un canje y mis socios ponían publicidad de los vinos de Dávalos que nadie conocía; se vendían por venta directa o no sé cómo, no sé cómo se comercializaba eso.
Michel Rolland lo quería exportar a Francia, pero no se podían ingresar porque tenía 17 grados de alcohol. Creo que intentó exportarlo como vermut porque tenía demasiado alcohol para vino, que en ese entonces no estaba permitido.
Lo curioso es que eran uno estilo de tintos que ahora no me gustan; ahora no me gustan que sean tan concentrados. Pero este era un misterio, algo especial, y todo eso que te transmite ese paisaje, esa altura, esa historia… Me deslumbró.
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Por Pancho Barreiro / pancho@vinosynegocios.com / @pansso