Matías Prezioso: El vino que cambió mi vida
El presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers habló con Vinos y Negocios y contó la historia de cómo una botella lo hizo dejar las Ciencias Políticas para dedicarse de lleno a la sommellerie.
Cada vez que se lo escucha hablar de vinos, Matías Prezioso demuestra que su vocación y su trabajo van de la mano en cada copa. Es sommelier egresado de la Escuela Argentina de Vinos (EAV) y cuenta con el Certified Sommelier de la Court of Master Sommeliers.
Desde 2016 es Presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS) y, además, Director comercial en Wine Idea. En diálogo con Vinos y Negocios, contó cómo empezó este amor por el fruto de la vid, su primer paso por Londres y por qué dejó de estudiar Ciencias Políticas para dedicarse al mundo del vino.
El vino que cambió mi vida, por Matías Prezioso
No sé si fue una etiqueta o una situación en particular. Empecé a estudiar de vinos a raíz de un viaje a Londres que hice a los 20 años para estudiar inglés por unos meses. Salía mucho con unos compañeros suizos que tomaban vino y en una cena me acuerdo de haber probado uno: no sé cuál era, sólo recuerdo que era francés y de botella Burdeos. Fue la primera vez que me llamó tanto la atención.
Hice el secundario en el Nacional Buenos Aires. Cuando terminé sexto año, mi viejo me dijo de ir a estudiar inglés a algún lugar como un regalo. Estuve por ir a Australia, pero finalmente me decidí por ir a Inglaterra. Fui a Londres y estuve dos meses ahí estudiando.
En el Instituto tenía muchos compañeros y pegué muy buena onda con un grupo de suizos. Eran dos chicos y una chica. Éramos bastante amigotes aunque eran un poco más grandes que yo, que tenía apenas 19 años.
Íbamos mucho a comer afuera. Eran pibes que se gastaban una moneda y siempre tomaban vino. En ese tiempo que estuve fui bastante a bares, a comer, y, sobre todo, a interactuar con el vino, aunque sin prestarle mucha atención: y ellos siempre pedían vino.
Esa botella única
Siempre me acuerdo de una noche en particular que estuve con ellos. Se pidieron un vino que lo único que recuerdo es que tenía botella Burdeos, no que fuera de Burdeos, y que al preguntarles, sólo me dijeron que era un vino francés.
Recuerdo sentir por primera vez un vino con mucha intensidad de sabor, de esos que sentís que te explotan en la boca y que tienen como capas de aromas y sabores. Fue la primera vez que descubrí esas distintas capas de aromas... como la fruta, pero en sintonía con otras notas ahumadas y más complejas. No quiero caer muy técnico porque recuerdo la sorpresa, pero sin demasiado tecnicismo, en ese momento sabía poco y nada.
Tomaba poco vino en ese entonces, no tenía la costumbre de tomarlo en todas las comidas. Era más bien un consumo adolescente de tomarlo alguna vez por semana. A lo largo de ese viaje seguí probando vinos de forma muy amateur.
Estudiaba Ciencias Políticas y cuando volví hice un curso de vinos. Ese curso me gustó tanto que después me metí en la carrera de Sommelier mientras estudiaba Políticas en la UBA. En ese momento tenía una crisis vocacional porque, si bien la carrera me gustaba, sentía que no la iba a ejercer. Ahí fue cuando decidí dejar Ciencias Políticas y volcarme de lleno a la carrera de Sommelier.
Es muy loco lo de Londres, porque después fue el lugar del mundo a donde más veces fui. Londres, de alguna manera, es una meca. Así que siempre me llama y tengo algo particular con la ciudad. Es un mercado de bebidas increíble, muy conocedor y con mucha profundidad en sus propuestas… y ahí empezó todo.
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Por Pancho Barreiro / pancho@vinosynegocios.com / @pansso